miércoles, 26 de octubre de 2016

Es suficiente con decir ...

Es suficiente con decir...

El habla es la segunda posesión nuestra, después del alma,
y tal vez no tengamos ninguna otra posesión en este mundo.
Gabriela Mistral.


Habla para que yo te conozca.
Sócrates.


Siempre me ha llamado la atención escuchar con interés las intervenciones de las diferentes personas, sean jóvenes, adultos, obreros, técnicos, docentes, gerentes, políticos, sacerdotes, militares, artistas, vendedores, jubilados, migrantes, etc. porque en cada uno de ellos predomina una tendencia en su expresión lingüística. Es interesante percibir en ellos las diversas  concepciones de su entorno y la mayor o menor riqueza léxica que poseen.

   Basta con escuchar la charla de dos personas para tener una primera idea de su nivel cultural y también para empezar a conocer  su idiosincrasia. De alguna  manera las  conversaciones que a diario escuchamos también son representativas del estado de nuestra lengua. Cuando se usan ciertas palabras y expresiones o modismos que consideramos apropiados para exponer nuestras ideas, estamos usando nuestra habla. Entonces, demostramos lo que  somos por medio de lo que hablamos.
   Y ¿cuál es el objetivo de estas reflexiones algo idealistas en una sociedad consumista  que privilegia la rapidez y lo práctico?  Pues bien, solo hay un interés por recordar que se puede hablar bien sin tener que acudir a expresiones advenedizas, vagas y confusas. Empezaré por cuatro verbos mal utilizados.
-Poner. Ahora lo reemplazan por su sinónimo colocar, pero no siempre ese cambio es conveniente. Es posible que la expresión “Yo me pongo la corbata” sea equivalente a “Yo me coloco la corbata” pero ¿será adecuado decir “Yo me coloqué en guardia cuando oí los gritos?” o ¿sonará bien decir “El niño se colocó pálido cuando rompió el vidrio?” ¡Claro que no! Es suficiente con decir: “Yo me puse en guardia cuando oí los gritos.” y “El niño se puso pálido cuando rompió el vidrio.”
-Regalar. Es común escuchar “Regáleme la hora.” (cuando deseamos ser informados del avance del tiempo) o “Regáleme un cuaderno argollado.” (cuando en realidad queremos comprarlo), o “Regáleme unos minutos.” (cuando necesitamos pedir prestado un teléfono celular), o “Regáleme su cédula” (cuando se requiere la identificación personal para un trámite). En estos casos es suficiente con decir: “Dígame la hora.”, “Véndame un cuaderno argollado.”, “Permítame usar su teléfono celular.” y “Permítame su cédula.” Ah... pero no olviden agregar “por favor.”
-Cancelar. En su origen cancelar significaba cubrir con rejas o impedir el acceso público hacia algo. Después significó la acción  de tachar con rayas un documento que se deseaba anular.  Ahora -cancelar- se usa como sinónimo de pagar.  En los almacenes es común encontrarse con avisos de este tipo: “Cancele primero en la caja”, lo que es un uso impreciso de este verbo. Es suficiente con “Pague primero en la caja”. En cambio, cancelar sí está bien usado en las expresiones: “Cancelaré el viaje porque tengo un dolor fuerte de estómago”, “Me cancelaron la cuenta de ahorros porque nunca hice consignaciones” o “Le cancelaron el contrato porque descubrieron inconsistencias en la documentación”.
-Aplicar. Este verbo tan usado en la actualidad no es sinónimo de solicitar (de  hecho su significado original es arrimar). En la publicidad comercial se ha generalizado la expresión “Aplican condiciones y restricciones” para indicar que el vendedor impone ciertas limitaciones al eventual comprador de un bien o un servicio. En otro caso, se escuchan expresiones informales como “Mi amigo aplicó a una beca de pregrado.” En  ambos casos el verbo aplicar está mal utilizado. Para el caso de la publicidad es suficiente con indicar: “Hay condiciones y restricciones” y en el caso de la beca es suficiente con decir: “Mi amigo se postuló a una beca de pregrado.” o con mayor precisión “Mi amigo solicitó una beca de pregrado.”
Hay un adjetivo que se está usando de manera indebida; se trata de demasiado, proveniente de demasía, que significa  insolencia, maldad o descortesía.  Sin embargo se le utiliza en expresiones como “Los chocolates me gustan demasiado” o “Ir de compras a la plaza de El Rincón es demasiado importante para nuestra familia” o “Esa chaqueta le queda demasiado bien a mi hermana”. Es claro que en estos ejemplos se quiere dar a entender una valoración positiva de los chocolates, de las compras en una plaza de mercado y de la chaqueta. Pero en realidad el demasiado lo que hace es darle el carácter de poco deseable; entonces, debería evitarse su uso y pensar que es suficiente con decir: “Los chocolates me gustan mucho”, “Ir de compras a la plaza de El Rincón es muy importante para nuestra familia”, “Esa chaqueta le queda muy bien a mi hermana”.
   Para terminar con estos comentarios sobre la manera de hablar, no puedo dejar de referirme a un término cuyo uso se ha propagado como maleza en jardín abandonado. Es el extranjerismo man, tomado del inglés -como si en castellano no tuviera un equivalente-  y  por desgracia aceptado  en el habla informal de todos los niveles sociales. No me extiendo con los  ejemplos del uso de este barbarismo porque esos sí son demasiados. Es común escuchar: “ El man no vino a responder por lo que hizo” o “Los manes se escaparon por el potrero”. En el primer caso es suficiente con decir: “El hombre no vino a responder por lo que hizo” o “Los hombres se escaparon por el potrero”. En nuestra lengua los únicos manes (así, en plural, no en singular) que existen son los espíritus o almas de los muertos, que protegían el hogar de los antiguos griegos y romanos. ¿Por qué será que algunas personas -por no decir muchísimas- prefieren man en vez del castizo hombre?
   Una cosa es que un idioma evolucione con el paso del tiempo y sea influido por otras lenguas -lo que es normal- pero otra cosa es aceptar y reproducir de manera ingenua por no decir torpe, esos usos engañosos de algunas palabras.
Elías Novoa Parra
Docente de humanidades,
Sede C - jornada Tarde

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